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El año pasado Hermana Muerte nos vino a visitar. Sin embargo, ahora es nuestro turno de jugar, amigos míos. ¡Iniciemos juntos el nuevo año bajo los mejores auspicios!
Es totalmente cierto que, como lo he anunciado hace unos meses, ahora que ya no está entre nosotros in corpore, Raffaele podrá estar más presente que nunca, para todos ustedes, a través de su Música que no muere y que, al parecer, no tiene ninguna intención de privarlos de sus gracias y sorpresas. He aquí que su toque inconfundible nos va acompañando en este cambio de guardia, entre lo viejo y lo nuevo, sobre las notas de un asombroso documento inédito, en ritmo de Cuequita Boliviana.
… Cuequita Boliviana?! Qué? Pero cuando se ha visto?!
Como de costumbre, detrás de este special absoluto o hápax -como dirían los Griegos- hay una historia por contar.

Un día nos viene a visitar el guitarrista cochabambino Willy Claure, apasionado compositor e intérprete de Cuecas, quien fue el promotor de la Ley n. 764, promulgada en 2015 por el Estado Plurinacional de Bolivia, para instituir el Día de la Cueca Boliviana, el primer domingo de octubre de cada año. Raffaele había conocido a Willy en tiempos insospechados, mangueando en Suiza; luego, en la época de sus amores helvéticos, lo había vuelto a ver a menudo, durante sus muchos viajes aéreos, pasando por el aeropuerto de Zúrich, donde Willy trabajaba.
Éste, muy amable, había venido a preguntar a mi hermano si hubiera estado dispuesto a realizar el arreglo de banda de algunas de sus Cuecas, a cambio de justa remuneración, como para que pudieran tocarse y bailarse en Bolivia, con ocasión de la primera edición del día conmemorativo de esa danza nacional.

Raffaele y yo, nos miramos el uno al otro desconcertados: no sabíamos qué contestarle. Desde mucho tiempo ese género musical había salido de nuestros radares. Sinceramente, no éramos nosotros las personas más indicadas para satisfacer el pedido de este gentil caballero: en esos años, nuestro tiempo activo ya había dejado de ser cuantificable en dinero ¡con todos los proyectos pendientes que teníamos!
Fui yo en acordarme que, alguna vez, mi hermano me había hecho escuchar, en la guitarra, una armonización de La Cocinerita de Víctor Jara, que me había parecido hermosísima. Lo mencioné así, por decir algo, durante uno de nuestros paseos diarios. Y así, para no despachar el “Embajador de la Cueca Boliviana” con las manos vacías, Raffaele le propuso llevar a cabo aquel proyecto para él, orquestando la pieza para banda de bronce; pero no era eso lo que Willy necesitaba que le dijéramos, ¡con todas las Cuecas de su autoría que tenía guardadas en el cajón!

Por lo que nos saludamos con la promesa de hacerle llegar lo más pronto posible una “muestra” de la pieza en argumento, para que pudiera hacerse una idea más clara al respecto y decidir si la operación le interesaba o no. Por ende, Raffaele se puso manos a la obra, aunque sólo fuera para sacarse un problema de encima.
Cocido y comido, colocamos en las pistas una “versión provisional” del tema, a base de guitarra y silbido, para motivar a nuestro financiador… Lo cual no acostumbrábamos hacer nunca con las ideas musicales que brotaban de la guitarra de mi hermano, simplemente porque no tenía ningún sentido hacerlo para nosotros mismos. Aquella vez, en cambio, aún manteniendo el instrumental a sus mínimos históricos, nos pusimos a trabajar en estudio con todos los cuidados del caso y así, mientras íbamos grabando la “muestra”, la maravilla nos fue explotando entre las manos.

Cautivados por el éxito del intento (enriquecido por sutiles citas tanto andinas como de otras Músicas), decidimos realizar de forma más cumplida la Coda de esa pequeña suite, aún sin concederle más que una Vuelta entera, en el respeto de la canónica estructura de esa danza, con su respectiva Quimba. Se trata, en concreto, de una última ejecución del tema, que Raffaele quiso jugarse en el charango de cuerdas metálicas, acompañado por un rasgueo de guitarra y un bajo, según la probada receta discográfica del Wayno Norte-potosino; al no ser que la melodía en argumento es ternaria, como no deja de evidenciar el precioso k’alampeo del charango, ¡mientras que el acompañamiento es binario!

Con ese encaje genial (sin precedentes -que yo sepa- al menos en nuestro sector) que no dudo en calificar, en términos taoístas, como una perfecta armonización de los opuestos, Raffaele brinda un aporte notable a la Música Andina de nuestros tiempos, demostrando, instrumentos musicales en mano, que el ritmo primigenio de toda la Música nativa del continente sudamericano es un pulso ambiguo, colocado aguas arriba con respecto a la cumplida distinción entre ritmos pares y ritmos impares, que, según los casos, fluctúa y tiende hacia la una o la otra opción, como es el caso de ciertas Pinquilladas o del patrón rítmico típico del Qenaqena.
Con este juego de encaje, él pretendía demostrar, además, que toda la elegancia del Wayno andino, no importa si nativo o mestizo, reside precisamente en esa ineludible ambigüedad rítmica, que no puede ni tiene que faltar nunca.

Empujando un poco más allá nuestra reflexión, se cuestiona aquí la contraposición, toda ideológica, entre la conservación del ancestral “trote” binario y la imposición del “nuevo” ritmo ternario, importado desde Occidente. Caduca de un solo plumazo, el añejo duelo entre el Wayno serrano y la Zamacueca marinera, haciéndolos bailar juntos con absoluta gracia, como una pareja de bailarines bien ensayada. Ellos giran juntos, entrelazados: ahora asoma la una, luego el otro. Parecen competir pero, en realidad, existen el uno para la otra y jamás sueltan su abrazo, ¡jamás se pisan los pies la una al otro!
El resultado musical fluye con tal naturalidad que, si uno no le pone la debida atención, ni cuenta se da de su intrínseco funambulismo; si, en cambio, tratáramos de seguir ambos patrones al mismo tiempo, nos daría mareo repentino por la complejidad del encaje entre acentos discordantes, aunque perfectamente sincronizados.

Alguien escribió en un comentario, con palabras muy acertadas, que nosotros hemos encontrado un paso entre la roca y el agua. Pues bien, esta pieza lo atestigua. Ese paso existe, ¡existe siempre! No hay sonido, intervalo, mesura o incongruencia rítmica que no tenga su sitio en la gran armonía. Tal como el Amor, la Música es lo contrario de la guerra. Ella vence primero y luego da batalla (Sun Tzu).

En los Andes se tiene el concepto de Tinku.
¿Cómo escuchan el sonido de esta palabra? ¿En qué les hace pensar?
Desde luego es muy distinto al sonido: “Guerra”, “War”, procedente del alto alemán antiguo “Werran”, que significa riña salvaje, evocando algo así como el enroscarse y revolcarse en el polvo. Tinku lleva en sí el sonido de dos objetos que chocan, eso es cierto, pero ese choque parece darse en el aire y, lejos de degenerar, de venirse abajo (tal como lo sugieren las vocales abiertas y las consonantes enrolladas de “Guerra”), parece elevarse, trascendiendo el mundo de la materia para flotar en el aire, como una sutil vibración cristalina, una vibración debida a la combinación entre la vocal aguda “i” y la consonante nasal velar “n”, seguida por la oclusiva velar sorda “k”, expresando el impacto/encuentro. A mí me parece más bien el sonido que produce el choque entre las copas de cristal, levantadas para un buen brindis de renovada amistad: ¡justo lo que necesitamos para comenzar en grande un nuevo ciclo!

El neologismo Amistadllamanta (M. P. Baumann, Música Andina de Bolivia), asociado al concepto de Tinku para aclarar su significado, quiere decir literalmente: “tan sólo por amistad”, lo que significa que es posible “chocar” de esa manera, sólo siendo amigos y sólo para mantener intacta esa amistad.
El tintineo de los cálices en nombre del compartir y de la reconciliación es lo más parecido que pueda haber al sonido alegre y cristalino del charanguito de cuerdas metálicas que, no por nada, desempeña un papel destacado en las solemnes celebraciones del Tinku, haciendo correr la savia del amor y de la juventud, junto con los chorros de sangre sacrifical, por las calles del pueblo.
A los pacifistas de esta parte del mundo le cuesta digerir estas antiguas celebraciones sagradas (nada que ver con genocidios o guerras de conquista). Ellos todavía no han encontrado el paso entre la roca y el agua, entre la felicidad y la desgracia, entre los buenos y los malos; por tanto, siguen viviendo en un mundo violento, duro y espantoso, entretejido de tragedias ineluctables, esencialmente fuera de cualquier control. “Pacifismo”… ¡la Paz es otra cosa!

Sin embargo, de niños, sabíamos jugar a la guerra sin buenos ni malos, sabíamos batirnos en duelo a pie de igualdad, sin hacer trampas, de lo contrario, ¿dónde está la gracia? Íbamos al parque con la pelota bajo el brazo, altivos como caballeros, esperando encontrar dignos adversarios; puesto que amábamos el futbol y, a falta de un equipo contrario, no había partido. Procurábamos, en lo posible, desafiar a los que eran mejores que nosotros. Pues, ¿cuál es la gracia de vencer a los más débiles? En ese caso, más bien, tenías que hacer todo lo posible para dejar que ganen ellos… Al igual que los muchachos de la calle Pál, nosotros apuntábamos a metas más altas: al honor, a la gloria, ya no a una simple victoria, arrancada como sea. ¡Entonces sí que el partido valía la pena! «¡Qué viva el equipo contrario y qué gane el mejor! ¿Hoy hemos perdido? Nos recuperaremos mañana. Nos vemos aquí mismo, amigos, mismo lugar y misma hora.»
A veces, mientras competíamos para ver quién hacía el castillo de arena más bonito, llegaba el niño deficitario (por no decir tarado) y nos lo arrasaba de una, pisoteándolo con sus pies, por envidia, por aburrimiento, por despecho, por falta de fantasía… Vete a saber por qué.

Ahora bien, el bullying que serpentea como una hiedra invasiva en el tronco de nuestra cultura dominante, esta forma de vil prevaricación pirata de la cual los poderosos del mundo no hacen más que darnos muestras ejemplares y catastróficas, es el verdadero enemigo que me asombra a mí; un enemigo al que enfrentarse por todos los medios y nuestra mejor arma es precisamente nuestra… ¡Cuchara de Palo!

Volviendo a la bella metáfora de líneas arriba, para encontrar el famoso paso, hay que actuar con lealtad y desinterés, haciéndose a un lado para concentrar la atención en la roca y en el agua, sin preferencias, sin dar nada por sentado, sin sucumbir a ninguna halago, sin creer a ciegas a los que nos vienen con que es todo inútil. El camino puede ser largo y tortuoso pero, como podrán escuchar con sus propios oídos, al fin alguien lo consigue.
Mi deseo es que sea este el año en el que tengamos ánimo y decidamos entregarnos al cimento que purifica los metales preciosos. Nos deseo a todos que tengamos la fuerza para seguir adelante en lo correcto, hasta llegar a resplandecer como el oro. «Hay que cantar la canción hasta el final.» -diría el mismo Raffaele.

A propósito de estrofas inconclusas, tal vez querrán saber como terminó el cuento con el querido Willy Claure…
Desde luego, no se hizo más nada, puesto que el dinero nunca alcanza y el tiempo es el que es y esa operación hubiera requerido de una cantidad excesiva de ambos. Sin embargo, quiero aclarar que la fallida colaboración no afectó en nada la linda amistad que se había entablado, ni perjudicó la estima de Willy por Raffaele, más bien, ¡todo lo contrario! Desde cuando había escuchado nuestra “muestra” de Cuchara de Palo no dejaba de llamarlo “genio”, tal vez considerando que mi hermano estaba muy adelantado a su época y muy por encima de las concretas necesidades que, al momento, preocupaban los más vanguardistas entre sus colegas de sector.
Gracias, querido Willy, sin tu aporte nunca hubiéramos tenido la oportunidad de escuchar esta maravilla.

Para todos ustedes, queridos amigos, queda una Música de ensueño para escuchar y disfrutar despreocupadamente… Otra pizca de eternidad que mi hermano nos dejó, casi por casualidad.
Para mí, más allá de la escucha, está el espejismo: al oírlo silbar en mis orejas, lo puedo ver, sentado en esa silla de terciopelo rojo, con sus audífonos Sony, frente al formidable micrófono Neumann de condensador (paradojas espacio-temporales de la psique humana). Entonces no me queda más remedio que imitar a los niños de la canción de G. Gaber, que no saben si reír o llorar y aplauden, mientras prendo y quemo otra escucha más de él tocando, como lo haría la Niña de los Fósforos. Ay, querido Andersen, ayúdame tú a encontrar esto otro “Paso del Noroeste”.

Seguir colaborando con Raffaele a pesar de lo que nos separa; dejarme todavía guiar e inspirar por él; no dejar de aprender de él; seguir admirándolo y amándolo incluso cuando duela: parece ser esta la respuesta.

Cuchara de Palo, desde hoy, está disponible en Bandcamp.

Felice M. Clemente

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released January 1, 2024
Guitarras (3), charango con cuerdas metálicas, bajo y silbido.

La ilustración de portada fue creada por Beatrice Clemente.

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Il Laboratorio delle Uova Quadre Rome, Italy

Il Laboratorio delle Uova Quadre es una institución musical nacida en Roma (Octubre 2006) con la misión de recoger y elaborar el legado artístico y cognitivo de la asociación cultural Trencito de los Andes.

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